A1 lado del pozo habÌa una ruina de un viejo muro de piedras.
Cuando volvÌ de mi trabajo al dÌa siguiente por la
tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto con las
piernas colgando. Lo oÌ que hablaba.
-øNo te acuerdas? °No es aquÌ con exactitud!
Alguien le respondiÛ sÌn duda, porque Èl
replicÛ:
-°SÌ, sÌ; es el dÌa, pero no es este el
lugar!
ProseguÌ mi marcha hacia el muro, pero no veÌa ni
oÌa a nadie. Y sin embargo, el principito replicÛ de
nuevo.
-°Claro! Ya ver·s dÛnde comienza mi huella en la
arena. No tienes m·s que esperarme, que allÌ
estarÈ yo esta noche.
Yo estaba a veinte metros y continuaba sin distinguir nada.
El principito, despuÈs de un silencio, dijo aún:
-øTienes un buen veneno? øEst·s segura de no
hacerme sufrir mucho?
Me detuve con el corazÛn oprimido, siempre sin comprender.
-°Ahora vete -dijo el principito-, quiero volver a bajarme!
DirigÌ la mirada hacia el pie del muro e instintivamente di un
brinco. Una serpiente de esas amarillas que matan a una persona en
menos de treÌnta segundos, se erguÌa en direcciÛn
al principito. Echando mano al bolsillo para sacar mi revÛlver,
apretÈ el paso, pero, al ruido que hice, la serpiente se
dejÛ deslizar suavemente por la arena como un surtidor que
muere, y, sin apresurarse demasiado, se escurriÛ entre las
piedras con un lÌgero ruido met·lico.
LleguÈ junto al muro a tiempo de recibir en mis brazos a mi
principito, que estaba blanco como la nieve.
-øPero quÈ historia es Èsta? øDe charla
tambiÈn con las serpientes?
Le quitÈ su eterna bufanda de oro, le humedecÌ las
sienes y le di de beber, sin atreverme a hacerle pregunta alguna. Me
mirÛ gravemente rode·ndome el cuello con sus brazos.
SentÌ latir su corazÛn, como el de un pajarillo que
muere a tiros de carabina.
-Me alegra -dijo el principito- que hayas encontrado lo que faltaba a
tu m·quina. AsÌ podr·s volver a tu tierra...
-øCÛmo lo sabes?
Precisamente venÌa a comunicarle que, a pesar de que no lo
esperaba, habÌa logrado terminar mi trabajo.
No respondiÛ a mi pregunta, sino que aÒadiÛ:
-TambiÈn yo vuelvo hoy a mi planeta...
Luego, con melancolÌa:
-Es mucho m·s lejos... y m·s difÌcil...
Me daba cuenta de que algo extraordinario pasaba en aquellos
momentos. EstrechÈ al principito entre mis brazos como
sÌ fuera un niÒo pequeÒo, y no obstante, me
pareciÛ que descendÌa en picada hacia un abismo sin que
fuera posible hacer nada para retenerlo.
Su mirada, seria, estaba perdÌda en la lejanÌa.
-Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y tengo
tambÌÈn el bozal.
Y sonreÌa melancÛlicamente.
EsperÈ un buen rato. SentÌa que volvÌa a entrar
en calor poco a poco:
-Has tenido miedo, muchachito...
Lo habÌa tenido, sin duda, pero sonriÛ con dulzura:
-Esta noche voy a tener m·s miedo...
Me quedÈ de nuevo helado por un sentimiento de algo
irreparable. ComprendÌ que no podÌa soportar la idea de
no volver a oÌr nunca m·s su risa. Era para mÌ
como una fuente en el desierto.
-Muchachito, quiero oÌr otra vez tu risa...
Pero Èl me dijo:
-Esta noche har· un aÒo. Mi estrella se encontrar·
precisamente encima del lugar donde caÌ el aÒo
pasado...
-øNo es cierto -le interrumpÌ- que toda esta historia
de serpientes, de citas y de estrellas es tan sÛlo una
pesadilla?
Pero el principito no respondiÛ a mi pregunta y dijo:
-Lo m·s importante nunca se ve...
-Indudablemente...
-Es lo mismo que la flor. Si te gusta una flor que habita en una
estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las
estrellas han florecido.
-Es indudable...
-Es como el agua. La que me diste a beber, gracias a la roldana y la
cuerda, era como una música øte acuerdas? °QuÈ
buena era!
-SÌ, cierto...
-Por la noche mirar·s las estrellas; mi casa es demasiado
pequeÒa para que yo pueda seÒalarte dÛnde se
encuentra. AsÌ es mejor; mi estrella ser· para ti una
cualquiera de ellas. Te gustar· entonces mirar todas las
estrellas. Todas ellas ser·n tus amigas. Y adem·s, te
harÈ un regalo...
Y riÛ una vez m·s.
-°Ah, muchachito, muchachito, cÛmo me gusta oÌr tu
risa!
-Mi regalo ser· Èse precisamente, ser· como el
agua...
-øQuÈ quieres decir?
La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para los que viajan,
las estrellas son guÌas; para otros sÛlo son
pequeÒas lucecÌtas. Para los sabios las estrellas son
problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas
estrellas se callan. Tú tendr·s estrellas como nadie ha
tenido...
-øQuÈ quieres decir? -Cuando por las noches mires al
cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas estoy yo riendo,
ser· para ti como si todas las estrellas riesen. °Tú
sÛlo tendr·s estrellas que saben reÌr!
Y riÛ nuevamente.
-Cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno) estar·s
contento de haberme conocido. Ser·s mi amigo y tendr·s
ganas de reÌr conmigo. Algunas veces abrir·s tu ventana
sÛlo por placer y tus amigos quedar·n asombrados de verte
reÌr mirando al cielo. Tú les explicar·s: "Las estrellas
me hacen reÌr siempre". Ellos te creer·n loco. Y yo te
habrÈ jugado una mala pasada...
Y se riÛ otra vez.
-Ser· como si en vez de estrellas, te hubiese dado multitud de
cascabelitos que saben reÌr...
Una vez m·s dejÛ oÌr su risa y luego se puso
serio.
-Esta noche øsabes? no vengas...
-No te dejarÈ.
-ParecerÈ enfermo... Parecer· un poco que me muero... es
asÌ. °No vale la pena que vengas a ver eso...!
-No te dejarÈ.
Pero estaba preocupado.
-Te digo esto por la serpiente; no debe morderte. Las serpientes son
malas. A veces muerden por gusto...
-He dicho que no te dejarÈ.
Pero algo lo tranquilizÛ.
-Bien es verdad que no tienen veneno para la segunda mordedura...
Aquella noche no lo vi ponerse en camino. Cuando le alcancÈ
marchaba con paso r·pido y decidido y me dijo solamente:
-°Ah, est·s ahÌ!
Me cogiÛ de la mano y todavÌa se atormentÛ:
-Has hecho mal. Tendr·s pena. Parecer· que estoy muerto,
pero no es verdad.
Yo me callaba.
-øComprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo
que pesa demasiado.
SeguÌ callado.
-Ser· como una corteza vieja que se abandona. TIo son nada
tristes las viejas cortezas...
Yo me callaba. El principito perdiÛ un poco de ·nimo. Pero
hizo un esfuerzo y dijo:
-Ser· agradable øsabes? Yo mirarÈ tambiÈn
las estrellas. Todas ser·n pozos con roldana herrumbrosa. Todas
las estrellas me dar·n de beber.
Yo me callaba.
-°Ser· tan divertido! Tú tendr·s quinientos millones
de cascabeles y yo quinientos millones de fuentes...
El principito se callÛ tambiÈn; estaba llorando.
-Es allÌ; dÈjame ir solo.
Se sentÛ porque tenÌa miedo. Dijo aún:
-øSabes?... mi flor... soy responsable... °y ella es tan
dÈbil y tan inocente! SÛlo tiene cuatro espinas para
defenderse contra todo el mundo...
Me sentÈ, ya no podÌa mantenerme en pie.
-AhÌ est·... eso es todo...
VacÌlÛ todavÌa un instante, luego se
levantÛ y dio un paso. Yo no pude moverme.
Un rel·mpago amarillo centelleÛ en su tobillo. QuedÛ
un instante inmÛvil, sin exhalar un grito. Luego cayÛ
lentamente camo cae un ·rbol, sin hacer el menor ruido a causa
de la arena.
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